Todos entendemos el proceso de duelo tras la muerte de un ser querido de manera distinta, muchas veces, respondiendo a nuestras propias creencias. La forma de sobrellevar una pérdida siempre adquiere un matiz diferente cuando se mira a través del prisma de una realidad.
Como se sabe, el Budismo es una de las religiones más extendidas en el continente asiático, el más poblado del planeta. Ello implica una manera, no solo, de entender la existencia de una deidad, sino la traducción mundana de la vida y, sobre todo, la muerte como una parte de ella.
Un ateo, por ejemplo, no concibe el fallecimiento de un amigo o familiar de la misma manera que un católico o un budista. En este último caso, la manera de entender la muerte es especial, debido a su carácter espiritual y reflexivo.
Concepción budista de la muerte
A pesar de que, la muerte en el budismo es concebida como un sufrimiento, tal y como se explica en una de sus Cuatro Nobles Verdades, su concepción dista mucho de la de otras religiones cercanas, tales como el Cristianismo y, obviamente de las formas agnóstica y atea de afrontar y vivir un deceso.
También, si se compara con el Hinduismo, por ejemplo, que cree en la reencarnación como el resultado de todo lo realizado en vida, el budismo concibe un renacimiento distinto.
Es decir, no se trata de un alma que va residiendo en distintos cuerpos tras su muerte física, sino de una extraña, pero natural relación de causas y efectos que hace que se manifieste la existencia previa de otros individuos.
Entonces, el karma no determina en qué nos vamos a convertir en función de cómo nos hayamos comportado en vida. El Budismo percibe el hecho de la muerte de manera diferente, esto es, como una suerte de liberación de todas esas causas y efectos que determinan una existencia perpetua.
¿Cómo se afronta la muerte en el Budismo?
Al igual que en otros aspectos de la vida, para los seguidores de las enseñanzas budistas la muerte y la manera de afrontarla parte de un proceso meditativo. Esta religión concibe el paso hacia otro plano como a una etapa más en nuestro camino vital.
Para afrontar un fallecimiento, según el Budismo, hay que conocerse primero a sí mismo para saber cómo recorrer ese camino, y la mejor manera es asomarse al interior. Así, de esta manera, se logra descubrir la forma más apropiada, tanto de vivir como de morir.
Lo más habitual es que las personas quienes no profesen tales creencias no estén preparadas para afrontar la muerte; muchas veces resulta cuesta arriba tomar medidas para algo tan intempestivo, que no sabemos cómo es, que no está planificado.
Los estados contemplativos y de meditación profunda proporcionan una paz interior que ayuda mucho en situaciones límites de la vida, independientemente de si cada uno de sus practicantes piensa en el final de la existencia física como el inicio de una nueva vida o no.
Cualquiera sea el caso, este estado de abstracción que se puede llegar a alcanzar permite al individuo, no solo reflexionar en ello como un sufrimiento, sino como algo inevitable en una vida en la que todo se transforma y nada permanece.
Refugiarse en el espíritu
La concepción budista de la muerte devela lo que esta religión supone para cientos de millones de almas. Pese a la incertidumbre del más allá, en esta religión se experimenta con mayor naturalidad la existencia humana y su inevitable final, en contraposición a los valores más extendidos en las sociedades occidentales de hoy en día.
Los dolores y miedos se relativizan como realidad innegociable, como parte de un mismo camino que se transita en busca de una existencia espiritualmente rica, en la que toda pérdida se afronta desde un punto de vista constructivo, reflexivo y espiritual.
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